domingo, 3 de marzo de 2013

Soñar y la bipolaridad del adiós.

Hoy soñé con una antigua amiga y el joven que fuera su novio. Como es común, poco recuerdo del sueño y mucho menos puedo contar gran cosa de él. Sin embargo, y como también es común, cuando en ese sueño hay una idea fija, repetitiva, asombrosa o fuerte, esa idea, en general, sí es recordada una vez que ha terminado este.

Soñé con Lola, con lo cual los recuerdos de mi bachillerato surgen entre los oscuros y casi olvidados almacenes de la mente. Recuerdo una época feliz, llena de amistad, de buenos recuerdos y ratos que había olvidado. También recuerdo que era una persona diferente: aún era humilde, inseguro de quien era, no sabía ni hacia donde iba ni qué deseaba hacer. Recuerdo que esta falta de identidad se contraponía con una época de descubrir la libertad, de que un solo mensaje a mi mamá bastaba para justificar una tarde de locuras, de viajes, de conocer callecitas escondidas de la ciudad y la casa de mis amigas. Porque en aquel tiempo solo me llevaba con mujeres: con ella me sentía comprendido y seguro. Sentía la facilidad de hablar y no ser juzgado,  el poder mostrar mis sentimientos y estar convencido de que era comprendido. Y así lo era. Es curioso que la vida me ha dado amigos, varones, con los que puedo hablar de esas cosas incomodas, pero eso queda para otra ocasión. Muchos lugares, frases, acciones, rutas u objetos me recuerdan a ellas y a esos buenos tiempos.

Tras una frenética búsqueda en Facebook, intentando actualizarme en la vida de mis antiguas amigas, viendo esas fotos en las que estamos abrazados, riendo y pasándola bien, viene a mi mente la reflexión de Yann Martel, en su libro Life of Pi, donde afirma que la dinámica de la vida implica dejar ir, y lo que duele de ello es cuando no puedes decir adiós. Afrontando la realidad de que, en estos momentos, las cosas jamás serán como antes, me pongo a reflexionar si les pude decir adiós. Y la verdad es que no. Como el ser humano horrible que era e intento no ser, cambie su amistad por la de otras personas, y si bien me arrepiento de ese hecho, me alegro haber conocido a sus reemplazos.

Y a estos nuevos amigos, a los cuales me aferro a no perder, sé que existe la posibilidad de que algún día tenga que decirles adiós; pero ¿sabré que el momento ha llegado? ¿Será frio el adiós, como el que le di a mis amigas del bachillerato? ¿O será caluroso, solemne, efusivo y lleno de lágrimas? ¿Estaré preparado? Mil preguntas más pueden llegar a mi mente, pero me quedo con una simple conclusión: no lo sé.

Pienso que vivir aferrado a este tipo de ideas, de naturaleza catastrófica y sobre las cuales tengo poco o nulo control, no te deja disfrutar la vida en sí misma. Aceptar esto y el hecho de que daré y me darán muchos “adiós” inesperados, bipolares como es el adiós mismo, me da tranquilidad y fe en que sabré cuando ha pasado uno y, duela o no, sabía que era cuestión de tiempo.

Por lo pronto, antiguas amigas y demás personas de las que me he despedido, les reitero mi adiós. Si hemos de encontrarnos en un futuro, no sera borrar el adiós ya dado, sino un nuevo hola, ya que seremos diferentes personas, y tal vez simpaticemos o no. Mientras tanto, y ocurra el reencuentro o no, el recordar a estos despedidos me hace recordar y reflexionar en el yo que era antes, del que ya me he despedido

De que van las cosas

Alguna vez, en alguna clase, una maestra nos compartió su visión de la vida, la felicidad y la tristeza. Para ella, la vida no es enteramente feliz ni enteramente triste, sino que la mayor parte del tiempo nos aproximamos a alguno de esos extremos. Entonces, en ocasiones llegamos a la alegría y en otras, a la desdicha; muchas veces nos columpiamos de un lado a otro sin llegar a un extremo en conciso.

En una de las épocas mas intensas de mi vida, donde paso de la felicidad a la desgracia constantemente, he decidido reencontrarme con una de las actividades que me hace más feliz: escribir. Y a su vez, les comparto lo que escribo, lo cual tal vez no sea mas que la consecuencia semiconsciente de satisfacer a mi ego personal, o un deseo interno de compartirles algo de mi vida, y esperar que aprendan algo bueno de mi, si es que algo de bueno sale de esto. Ante todo, permanezco positivo

Intentaré ser constante, compartir pensamientos, reflexiones y agradezco a la o las personas que se tomen el tiempo de leer esto. Tal vez intentare ser gracioso, reflexivo, superficial, filosófico o científico. A veces (como en esta ocasión) seré sombrío, También intentare ser conciso, pero no prometo nada. :B

Espero que tengan un buen día :)

José Piña